El fotógrafo alemán Eugen Kusch visitó México en 1955-1956 y publicó en su país el libro Imágenes de México con 150 láminas y textos explicativos, traducidos al español desde aquella primera edición llevada a cabo en Nuremberg.
Kusch contó para la realización del libro con el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, pues la mayor parte del contenido corresponde a sitios de interés arqueológico o de arte virreinal. Veamos tres estampas morelenses, empezando por un cuexcomate:
“Antiguo granero de maíz cerca de Cuautla: El depósito, de tres metros de alto más o menos, es de barro [adobe] y semeja una urna gigantesca. Desde su mitad está cubierto de paja y tiene arriba una especie de chimenea, para dar salida al aire demasiado caliente que puede formarse por almacenaje del grano. El maíz pertenece, según las investigaciones más recientes, a las plantas originales del altiplano de México, de donde ha venido a Europa”.
“La Pirámide de Xochicalco: Semejante a Calixtlahuaca, Tepotztlán, etc., también aquí una elevación del terreno en punto estratégico dominante fue motivo para el origen de Xochicalco, que presentaba una combinación no desusada entre lugar fortificado y ciudad sagrada. Sus probables constructores serían los toltecas que, según parece, defendieron todavía este importante sitio estratégico cuando su capital Tula ya había sido destruida por los chichimecas, alrededor del año 1200”.
“Las construcciones más importantes excavadas hasta ahora (desde 1935) muestran el campo de juego de pelota con una vista de inigualable belleza sobre el lago El Rodeo, y la pirámide escalonada, gracias a sus bajorrelieves excelentemente conservados ocupa una posición especial en el arte antiguo mexicano. Estos relieves extendidos en los cuatro lados de la plataforma inferior muestran una serpiente gigantesca, símbolo de Quetzalcóatl, en movimiento ondulante, con cabeza asomando la lengua y caracoles estilizados en la cola. El espacio entre el cuerpo de la serpiente está cubierto de ornamentos y personas sentadas, en repetición estereotípica un guerrero en traje tolteca y un sacerdote contemplativo, en su ornato de penacho de plumas, joyas de jade en las orejas y narices”.
“En la plataforma superior se ven escenas de caza, semejantes a las del Códice Dresden: todas estas exposiciones y también los signos numéricos intercalados ostentan manifiestos rasgos de la cultura maya, una particularidad que no se ha podido explicar satisfactoriamente hasta ahora. El nombre azteca de Xochicalco, ‘cerro de las flores’, es arbitrario; los cuerpos de serpiente de la pirámide se tomaron por guirnaldas de flores, por cuanto estaban todavía medios cubiertos por los desechos”.
“Tipos indígenas del México Central: Para el interesado visitante es particularmente cautivador, encontrarse frente a los recintos de culto, despojados hace mucho de su primitiva finalidad, con descendientes de costumbres y lenguaje aún no borrados de aquellos seres, que remotamente erigieron y animaron con su espíritu estos monumentos; dentro del espacio dilatado del altiplano de Anáhuac, suelo clásico de la historia mexicana, son los aztecas, matlazincas y toltecas por esencia, todos miembros de la gran familia de pueblos nahuas”.
“El anciano campesino de los alrededores de Cuautla, con su barba rala y los ojos algo entornados por el pliegue del párpado, parece manifestación viva de la hipótesis día y día más fundamentada, que todos los indígenas hoy existentes en América han venido del Asia pasando por el Estrecho de Bering”.